Se confirmó lo que era un secreto a voces: la Fiesta de Disfraces, el evento más convocante y rentable de Paraná, se muda a San Nicolás.
La decisión marca un antes y un después en la historia cultural y económica de la ciudad.¿La razón? Inacción, ineptitud y desinterés de quienes debían defenderla.
Rosario Romero, actual intendenta de Paraná, pasará a la historia como la jefa comunal que dejó ir la fiesta por omisión, prejuicios y desidia. En vez de encabezar gestiones para sostener un evento que movilizaba millones y posicionaba a la ciudad a nivel nacional, se dedicó a trabarlo con objeciones burocráticas y falta de decisión política.No estuvo sola.
El gobernador Rogelio Frigerio y otros intendentes del área miraron para otro lado. Nadie levantó el teléfono, nadie defendió la plaza. Así, mientras Entre Ríos discutía absurdos y se enredaba en internas, el intendente de San Nicolás actuó: ofreció respaldo, estructura y garantías.
Romero no lo hizo. Romero lo dejó escapar.Hoy, comerciantes, gastronómicos, hoteleros y miles de trabajadores informales ven con amargura cómo uno de los motores de la economía local y el turismo joven se esfuma.
