La Caldera

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La conexión entrerriana del caso que involucra a CHIQUI TAPIA

Durante semanas, el escándalo que sacude a la AFA fue contado como una historia ajena, lejana, casi porteña: Chiqui Tapia, Sur Finanzas, clubes del AMBA, fútbol y dinero. Pero esa es apenas la superficie.
Debajo, como siempre, hierve otra cosa.

Porque cuando uno empieza a seguir el rastro del dinero, cuando deja de mirar camisetas y sponsors y empieza a mirar casas de cambio, divisas y funcionarios, el mapa se corre.
Y el mapa trae una certeza incómoda:

👉 una parte central de esta historia pasa por Entre Ríos: Concordia no es una nota al pie Ariel Vallejo, el financista que la justicia señala como engranaje clave del esquema Sur Finanzas, no nació en Barracas ni en Banfield. Nació en Concordia.

Su primera estructura financiera sólida tampoco fue una fintech cool del microcentro porteño.
Fue una casa de cambio en Concordia, adquirida por su familia, que en muy poco tiempo pasó a mover volúmenes de dinero absolutamente incompatibles con la economía real de la región.

No es una opinión. Lo dicen los sumarios del Banco Central. Lo dicen los números. Lo dice la investigación fiscal. Entonces la pregunta es inevitable: ¿cómo se explica que una ciudad del interior, golpeada por el desempleo y la pobreza, se convierta en nodo financiero de una operatoria millonaria sin que nadie lo vea?

Cuando los dólares circulan, alguien los mira… o mira para otro lado.

En los años en que esas operaciones crecían, el control de las divisas no estaba en manos del fútbol.
Estaba en manos del Estado.

Y el funcionario que conducía la Aduana —el organismo clave para detectar maniobras con dólares, importaciones ficticias y flujos irregulares— era Guillermo Michel.

Entrerriano.
Con base política en la provincia. Parte de la mesa chica del peronismo local. Hombre de extrema confianza de Sergio Massa. Esto no es una acusación. Es un dato estructural.

Si hubo dólares que circularon de manera irregular, si hubo casas de cambio que explotaron de un día para otro, si hubo dinero que salió del sistema formal y volvió “blanqueado”, 👉 la Aduana tenía que saberlo. Y si no lo supo, el problema es gravísimo. Pero si lo supo, lo es aún más.

El fútbol como pantalla, la política como red. El esquema que hoy investiga la justicia no es nuevo. Es viejo. Demasiado viejo. El fútbol como legitimador social. Los clubes como vehículos. Los sponsors como excusa. Las financieras como lavadoras. Y la política garantizando silencio, tiempo o protección.

Por eso el caso Tapia no es solo Tapia. Por eso Sur Finanzas no es solo una empresa. Y por eso Entre Ríos no es un daño colateral.

Cuando aparecen medios alineados, cuando se amplifica una parte del escándalo y se silencia otra,
cuando se golpea a unos y se cuida a otros, 👉 no estamos frente a periodismo: estamos frente a operaciones.

La pregunta que nadie quiere escribir:

¿cómo pudo crecer una estructura financiera de estas dimensiones en Concordia sin vínculos políticos, sin protección institucional o sin complicidades?

Y hay otra, aún más incómoda: si el dinero del fútbol pasó por Entre Ríos, quiénes en Entre Ríos lo dejaron pasar.

La Caldera no acusa. La Caldera conecta. Conecta nombres. Conecta tiempos. Conecta territorios.
Conecta silencios.

Porque cuando el dinero quema, cuando el humo sale por todos lados, cuando los mismos apellidos aparecen siempre en los lugares clave, 👉 no estamos frente a casualidades.

Estamos frente a un sistema. Y como todo sistema, solo cae cuando alguien se anima a mirar donde nadie quiere mirar. En Entre Ríos, la caldera ya está prendida.