La Caldera

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Le bajaron el pulgar a Roncaglia: casta pura, millones, y una policía al borde del colapso

Desde el corazón del poder libertario, ya no quieren saber nada con Néstor Roncaglia, actual Ministro de Seguridad y Justicia de Entre Ríos. El mensaje que llegó desde Buenos Aires fue claro: “No más nombres que no puedan defender las ideas libertarias”. Según trascendió, Lule y Karina Milei habrían exigido cortar el juego con funcionarios que representan lo peor de la vieja política. Y Roncaglia, con prontuario en mano, encabeza esa lista negra.

Los motivos sobran. Cobra una jugosa jubilación como ex jefe policial y, al mismo tiempo, el Estado le paga el alquiler de una casa para vivir en Paraná. A eso se suman los contratos por locación de servicios que ha repartido a diestra y siniestra, agrandando el Estado mientras predica austeridad. Y como si eso fuera poco, consiguió que su propio hijo sea designado en el sistema de aviación civil oficial, manejando recursos públicos como si fueran propios.

Pero la frutilla del postre está en su declaración jurada patrimonial, donde según trascendidos, tendría que justificar más de tres millones y medio de dólares. Una cifra que no se explica con salarios, ni con su función pública. En un contexto donde se exige transparencia y meritocracia, Roncaglia se ha convertido en todo lo contrario: un emblema de privilegio, doble discurso y blindaje político.

Mientras tanto, la policía entrerriana vive una crisis silenciosa pero letal. Ayer se habría producido el sexto caso de suicidio de un agente en lo que va del año, y nadie dice una palabra. Las relaciones internas están deterioradas, no hay contención, ni presencia, ni conducción real del ministro. La fuerza que supuestamente combate al narcomenudeo con titulares y operativos es la misma que está implosionando por dentro, abandonada, precarizada y usada como fachada.

Los «eslóganes de seguridad» ya no alcanzan. Roncaglia no puede controlar ni su ministerio, ni la fuerza, ni su propia exposición pública. Por eso, esta vez, la ensoquetada vino desde adentro del mileísmo: no por enemistades ideológicas, sino por incomodidad estratégica. Porque ya no se puede tapar el sol con las manos.

En La Caldera, lo venimos advirtiendo hace tiempo. Hoy, finalmente, el relato libertario tomó nota del pasivo que representa sostener a un símbolo de la casta en nombre de la libertad.