La Caldera

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ALICIA BENITEZ DE FELTES: La cajera de Beto Bahl

Adán Humberto Bahl no es solo contador. Es el arquitecto del saqueo organizado, el cerebro detrás del aparato financiero del urribarrismo y el actual garante de que la caja siga abierta para los amigos. Durante ocho años fue el ejecutor silencioso de Urribarri: mientras otros hacían discursos, él hacía negocios. Y como en toda banda bien aceitada, hay una cajera: Alicia Benítez.

Benítez fue imputada por fraude en la causa de la Cumbre del Mercosur. Desde la Subsecretaría de Arquitectura y luego como directora de Vialidad Provincial, administró miles de millones en obra pública, buena parte de los cuales terminaron alimentando a contratistas afines, empresas amigas y estructuras paralelas que se nutrieron durante una década de la obra pública más cara y más sucia del país.

Pero eso es apenas lo visible. Lo que se murmura en los despachos judiciales y en los cafés del poder es aún más turbio: Alicia Benítez sería una asidua visitante de la ciudad de Barcelona, no precisamente por turismo. Allí, según diversas fuentes, tendría montada una joyería que funcionaría como pantalla de operaciones difíciles de explicar con su sueldo de funcionaria provincial. Como si los millones evaporados en Entre Ríos reaparecieran mágicamente en Cataluña, bajo vitrinas iluminadas y con etiquetas en euros.

Mientras tanto, el procurador Jorge García duerme la siesta eterna, garantizando que la causa judicial no avance, que no se investigue el flujo de fondos, ni se crucen los datos migratorios, ni se pidan los reportes de operaciones sospechosas. ¿Por qué tanta protección? ¿A cuántos puede hundir Benítez si habla?

Porque Alicia no es solo una FUNCIONARIA infiel: es la caja negra de toda una década de corrupción institucionalizada. Es la que pagaba, la que firmaba, la que garantizaba la ruta del dinero. La que hoy sigue cobrando un sueldo del Estado mientras pisa Europa con frecuencia y mantiene sus negocios privados con absoluta tranquilidad.

Y Bahl, mientras tanto, calla. No dice una palabra de su cajera. Se postula, sonríe en afiches, se victimiza, pero no explica cómo hizo para sostener durante años una red de contratos truchos, una familia entera nombrada en la Legislatura y un tren de vida que haría sonrojar a cualquier MILLONARIO de Puerto Madero.

Entre Ríos tiene que elegir: seguir sosteniendo a los que fundieron la provincia o animarse a nombrarlos con nombre y apellido. Porque mientras Alicia vende joyas en Barcelona, acá seguimos pagando los platos rotos.

No es solo una cajera. Es la prueba viviente de que el choreo organizado tiene rostro, pasaporte y protección judicial.