Una ciudad paralizada entre los focos y el maquillaje institucional.
La gestión de Isa Castagnino, que cada día se parece más a la de su antecesor Maiocco, suma un nuevo capítulo: el enésimo cambio en su gabinete. A casi un año y medio de haber asumido, la intendenta vuelve a estrenar secretario en un intento por oxigenar una administración marcada por las renuncias, las internas y los conflictos que impiden cualquier intento serio de gestión.
Lejos de alejarse del modelo que prometió superar, Castagnino heredó y profundizó el caos: una ciudad sin rumbo, una estructura municipal sobredimensionada, y una batería de contrataciones y licitaciones bajo la lupa. La gestión no arranca. Y no por falta de recursos, sino por la falta de conducción política, planificación y voluntad de cambio.
Victoria se acostumbró a los anuncios sin resultados, a los focos y a las fotos. Mientras tanto, los problemas estructurales siguen intactos. Calles detonadas, servicios deficientes, áreas clave acéfalas durante meses y una sensación generalizada de improvisación crónica.
Si alguna vez hubo expectativas de que Castagnino marcaría un antes y un después, hoy son solo cenizas. Lo que queda, por ahora, es una gestión que ni despega ni reacciona. Una postal de inercia, en una ciudad que no puede esperar más.
