La imagen es familiar: funcionarios alineados, gesto solemne, cámara en mano y una bandera provincial de fondo.
Esta vez el operativo fue en Concordia, donde el gobierno de Entre Ríos anunció con bombos y platillos la recuperación del Hotel Ayuí, usurpado durante más de una década. Pero el libreto no es nuevo, ni mucho menos.
Ya lo protagonizó Sergio Montiel cuando montó la escena de «rescate estatal» con el Hotel Mayorazgo. Y también Sergio Urribarri cuando avanzó sobre el campo decomisado al exsenador Mario Yedro.El denominador común: promesas de reapropiación popular, épica oficialista y, con el tiempo, una combinación de abandono, negocios oscuros y frustración colectiva.
En el caso del Mayorazgo, el Estado lo compró en 2000 bajo la gestión de Montiel para evitar la privatización del juego, pero el hotel terminó siendo un pesado lastre financiero.
Durante el primer gobierno de Busti, en 2004, se decidió su privatización disfrazada de “concesión”: se entregó a la cadena Howard Johnson por 30 años, con una inversión prometida de 11 millones que nunca fue controlada seriamente. Las pérdidas previas superaban los 300 mil pesos mensuales y el deterioro era irreversible.Urribarri siguió el modelo en el campo de Yedro, donde se prometió una colonia productiva modelo para familias rurales.
Quince años después, lo único que queda en pie es el archivo de la foto oficial. Lo demás, entre papeles judiciales y barbechos improductivos.
Ahora, el poderoso vicepresidente de ENERSA, Manuel Troncoso, y el operador de confianza de Frigerio, Mauricio Colello, repiten la estética del “día histórico” para la toma del Hotel Ayuí. Los “Mauro y Juampi” de la nueva camada PRO, venden el acto como una restitución simbólica de la soberanía sobre el turismo y el patrimonio. Pero en realidad, es la antesala de un nuevo esquema de negocios que aún no se blanquea.
¿Es prioridad del Estado administrar hoteles? ¿O solo se trata de ocupar lugares para luego entregar su gestión a privados amigables bajo el disfraz del desarrollo público-privado? Las respuestas están en los antecedentes, y todos apuntan a lo mismo: show, fotos, y luego… olvido.
El déjà vu no es una metáfora. Es la repetición sistemática del fracaso, ahora con nuevos actores, pero el mismo decorado.