Los mariscales de la derrota, otra vez al mando del Titanic. El peronismo entrerriano, secuestrado por un cajero aduanero denunciado por extorsión.
En una muestra más del vaciamiento institucional que atraviesa el Partido Justicialista en Entre Ríos, Adán Bahl y Guillermo Michel han decidido imponer —sin internas, sin democracia, sin vergüenza— las candidaturas provinciales de cara al nuevo proceso electoral. En lugar de abrir la participación, escuchar al afiliado o debatir ideas, volvemos a una lógica verticalista y extorsiva que sólo garantiza una cosa: la desaparición del peronismo como opción política real.
Guillermo Michel, exfuncionario de la Aduana, no es solo un hombre vinculado al massismo y al poder económico más rancio; es además un personaje denunciado públicamente por extorsionar intendentes, legisladores y autoridades partidarias para conseguir apoyo político a fuerza de carpetazos, presiones fiscales y promesas de fondos. Esa no es una acusación ligera: fue señalado por dirigentes de peso, por medios nacionales y por víctimas directas de su operatoria de inteligencia y apriete. Es el mismo Michel que convertía sus visitas a los municipios en verdaderas razias de disciplinamiento. Hoy, ese personaje oscuro se sienta en un escritorio y se autoasigna una candidatura, sin militancia, sin legitimidad, sin votos, pero con muchos millones detrás.
Por su parte, Adán Bahl, luego de llevar al PJ a una derrota histórica, se presenta como garante del orden y la unidad. ¿Unidad de quién? ¿De los que cobran pauta y se reparten los cargos como si fuera una escribanía familiar? ¿Unidad con los que nos hicieron perder la provincia, los que pactan con Frigerio mientras entregan la dignidad peronista al mejor postor?
El peronismo no puede ser el partido que proscriba a los suyos bajo el disfraz del “rigorismo estatutario”. No puede ser la herramienta del cajero de la aduana y de quienes hacen política con la calculadora del presupuesto. No puede ser conducido por quienes no caminan los barrios, no dan la cara y no conocen la historia militante de este pueblo.
Lo que Bahl y Michel acaban de hacer no es solo una jugada política: es un golpe institucional al PJ. Es el acta de defunción de un partido popular entregado al marketing y la extorsión.
Frente a este panorama, hacemos responsables a las autoridades provinciales del PJ y a los cómplices territoriales que con su silencio o su cobardía entregan el partido. En especial, a los responsables de Victoria y Paraná, donde se concentra buena parte del aparato que garantiza esta farsa.
Se equivocan quienes creen que esto termina acá. Desde los sectores que aún creemos en la política como herramienta de transformación social, anticipamos acciones judiciales para frenar esta maniobra de proscripción y exigimos que se respete el derecho de los afiliados a elegir a sus representantes. El PJ no es una mesa de negocios ni una sociedad anónima. Es el legado de Perón, de Evita, y de todos los que dieron la vida por una causa justa.
El peronismo está vivo en su gente, en sus militantes, en los que no se venden. Lo que está muerto es este modelo obsceno de conducción.