En la sede del PJ de Paraná, el presidente “Quinoto” Vázquez organizó un acto por el Día de la Militancia que pareció más una postal de la pandemia que una celebración peronista.
Un puñado de dirigentes-barra-militantes, sillas separadas casi un metro y medio entre una y otra, todos mirando para adelante, en silencio, como si todavía rigiera el ASPO.
La imagen era extraña: un patio enorme, vacío de gente y lleno de sillas dispersas, más cerca de un simulacro sanitario que de una mística militante. No había bombos, no había murga, no había pueblo: apenas un grupo chico tratando de llenar un espacio que les quedaba gigantesco.
El resultado fue un acto tipo pandemia sin pandemia, una escenografía de “cuidarnos entre todos” pero aplicada a otra cosa: el distanciamiento real entre el PJ y su propia base.
En vez de mostrarse como un partido vivo, la foto terminó pareciendo la de una organización en terapia intensiva, con respirador simbólico y sin nadie en la sala de espera.
