La Caldera

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¿Por qué Michel puede ir preso si Argentina no gana el Mundial?

Según consignan diarios nacionales, Javier Milei ya eligió a Claudio “Chiqui” Tapia como enemigo funcional para construir su polarización de fin de año: no hay oposición ordenada, pero sí hay un poder real, cargado de privilegios, caja y opacidad, que es la AFA y todo el ecosistema de negocios que la rodea. Hoy Tapia está sostenido, sobre todo, por una cosa: la Selección. Mientras la Scaloneta siga ganando, el presidente de la AFA se “abrocha” al humor social. Pero la película tiene segunda parte: Argentina tiene por delante otro Mundial donde deberá defender el título de Qatar 2022, ahora en Norteamérica 2026.

Si el equipo de Lionel Scaloni vuelve a tocar el cielo, Tapia quedará blindado: ningún gobierno se anima a sacar al presidente que estuvo al frente de una Selección bicampeona del mundo, con Messi todavía como referencia simbólica y con una generación de jugadores que lo reconoce como “el jefe político” del vestuario. Messi ya no jugará todo, pero va a influir —directa o indirectamente— en quién se sienta en el banco, en el recambio, en el clima interno. En ese escenario, con la Copa en la mano otra vez, será muy difícil que Milei consiga desplazar a Tapia y usarlo como trofeo de “casta caída”, por más informes, allanamientos o escándalos que rodeen a la AFA.

Ahora bien, si Argentina pierde —como suele pasar con los campeones que buscan repetir— la historia es otra. Ya pasó en el 82 después del 78 y en el 90 después del 86: derrota fuerte, recambio profundo y ventana abierta para revisar todo, desde el técnico hasta los despachos de Viamonte. Con los allanamientos recientes a la AFA y a 17 clubes por la causa Sur Finanzas, en una investigación por presunto lavado de dinero y maniobras millonarias de sponsors financieros, el clima judicial ya está encendido. En ese contexto, una caída deportiva grande le daría a Milei y a su entorno la excusa perfecta: cambiar técnico, avanzar sobre Tapia y empujar hacia los tribunales a todos los que tocaron la caja del fútbol, incluidos los amigos del poder político anterior.

Ahí entra Guillermo Michel. La ingeniería de los dólares oficiales, la brecha cambiaria y el festival de importaciones y exportaciones trianguladas durante la era Massa no se hizo en el aire. La Aduana, bajo la gestión del propio Michel, fue protagonista central de la pelea por los dólares: por un lado, denunciando sobrefacturación y maniobras irregulares por miles de millones; por otro, administrando quién accedía a la canilla de dólares baratos del Banco Central. Toda esa arquitectura financiera es la que permitió que muchos negocios, entre ellos los vinculados al espectáculo, el deporte y el turismo de elite, se montaran sobre el circuito de dólares oficiales que hoy está bajo la lupa del nuevo gobierno y de la Justicia. Si se comprueba que parte del dinero que se movió alrededor de la AFA, de los viajes, sponsors y contratos del mundo del fútbol fue lavado aprovechando esos dólares, el nombre de Michel va a aparecer en la primera línea de los expedientes, ya sea como responsable político de un sistema o como partícipe de decisiones clave.

Por eso, en clave irónica pero brutalmente realista, hoy se puede decir que la suerte judicial de Michel también depende de los pies de Messi, de la lucidez de Scaloni y de cuán iluminados entren los delanteros argentinos en 2026. Mientras la pelota entre, Tapia se sostiene, el statu quo del fútbol aguanta y los expedientes se leen en voz baja. Si la pelota no entra y la Selección fracasa, el humor social va a pedir cabezas, la “mafia del fútbol” volverá a la tapa de los diarios junto con los escándalos de lavado y, en esa ola, Michel puede pasar de operador sofisticado del modelo Massa a imputado estrella del nuevo orden. En vez de cambiar las rayas celestes y blancas por una tercera estrella dorada, algunos protagonistas del negocio redondo podrían terminar cambiándolas por las rayas de un uniforme penal.