Hasta ahora, el único negocio político real que cerró Javier Milei fue en Entre Ríos, y lo hizo gracias a Rogelio Frigerio. Sin despeinarse, el libertario se llevó dos senadores y un diputado nacional, un premio desmedido para alguien que ni siquiera jugó la partida en el territorio.
Frigerio, lejos de aquel perfil de estadista que intentó vender al ser erigido como el gobernador dialoguista de buena sintonia, se mostró incapaz de construir política real: entregó espacios nacionales sin negociación firme, sin conocimiento del territorio y con un timing lamentable. Dejó todo para último momento, y lo puso en manos de Colelo, su secretario general, un funcionario que más parece secretario personal que ministro coordinador, y al que el cargo claramente le queda enorme.
La otra pata del desastre es Manuel Troncoso, que debía construir una alternativa fuerte frente al PJ golpeado por la derrota de 2023. Pero terminó siendo un papelón: ese peronismo se dio un tiro en el pie cuando Romero y Michel armaron el mamarracho de listas únicas, excluyendo a todos los sectores y robándose el partido, pulverizando cualquier chance de competitividad.
Hoy, el mapa político entrerriano muestra que:
El peronismo está detonado, dividido en cuatro expresiones que no superan el 20%.
El oficialismo de Frigerio exhibe un techo bajísimo, sin margen para crecer.
Y el único ganador es Milei, que sin jugar, sin militancia, sin estructura, se llevó mucho más de lo que la realidad electoral le habría dado.
Entre Ríos se convierte así en la única provincia del país donde Milei gana sin jugar, gracias a la falta de política de Frigerio y a la conducción decadente del PJ entrerriano.