Durante dos décadas en Entre Ríos pasó algo simple y saludable: los decretos salían a la luz con sus anexos. Sin misterio. El ciudadano hacía clic y encontraba lo que hace al corazón de un acto administrativo: planillas, montos, listados, cláusulas, beneficiarios, condiciones. Eso que permite controlar y discutir con fundamento. Hoy, en plena “modernización” versión Frigerio/Gainza, el portal luce más prolijo, más minimalista… y más vacío. La vidriera reluce; la mercadería quedó en el depósito.
Nos vendieron el pase al siglo XXI . Pero el detalle no menor es que ahora, para ver lo sustancial, hay que golpear la puerta del Acceso a la Información, llenar formularios, esperar plazos, recibir respuestas a medias y, si todavía quedan ganas, insistir. Pasamos de la transparencia activa a la burocracia con moño. Del “todo a la vista” al “pedilo por nota”. Y eso no es un bug: es una decisión política.
Porque no hay gobierno abierto sin anexos. El decreto sin su documentación es una cáscara elegante: un sumario amable que no muestra el músculo ni la grasa. Los números viven en los anexos; las condiciones reales también. ¿Quién cobra, cuánto, por qué, bajo qué términos? ¿Qué se contrata, qué se reestructura, qué se traslada, a quién se beneficia? Si para responder hay que iniciar un expediente, lo que se está administrando no es transparencia: es escasez informativa.
La paradoja es perfecta: en nombre de la modernización se retrocede al método del mostrador. Se premia la forma y se castiga el fondo. Se estiliza el acceso, se encarece el control. Y, por si hiciera falta, se blinda el costado sensible de la gestión detrás de un trámite fatigoso, que desalienta al curioso y desactiva al periodista. Menos ojos mirando equivale a menos preguntas incómodas. Objetivo logrado.
No se trata de nostalgia por “los escaneos de antes” ni de una defensa romántica del PDF. Se trata de continuidad institucional: si durante más de veinte años la Provincia publicó los decretos con anexos, retirar ese estándar sin explicación pública es un mensaje claro. El mensaje de que la transparencia depende del humor del gobierno de turno. Hoy te la presto, mañana te la raciono.
Entre Ríos tiene la chance de ser faro y no maqueta. Si la modernización es genuina, la primera corrección es obvia: restituir los anexos en la consulta pública, volver a publicar histórico y futuro de manera completa y descargable, y asegurar la trazabilidad documental de cada acto. No hace falta marketing: alcanza con cumplir lo que se venía cumpliendo y lo que la ley manda.
Mientras eso no pase, el eslogan queda hueco. Y el portal nuevo, tan prolijo, no será más que una pantalla bonita para un viejo truco: esconder a la vista. La Caldera toma nota.