Rogelio Frigerio habla de “dignidad judicial” mientras en su entorno se multiplican los casos de impunidad, acomodo y encubrimiento institucional. Un repaso breve alcanza para entender la magnitud del cinismo:
Orrico, en el mismo gobierno que prometía “terminar con los privilegios” en el manejo de vehículos oficiales, mató a cuatro trabajadores saliendo borracho a las 6 de la mañana de la casa del presidente del Consejo de la Magistratura. No era una visita de cortesía: era parte del circuito de poder. El auto no era propio ni oficial por función: era del Instituto Portuario, usado para la joda, en un hecho trágico y repugnante. No pasó nada. Ni castigo ejemplar, ni renuncia, ni juicio.
Zacarías, por su parte, tuvo el despacho allanado en el EPRE, pero hoy negocia su salida con honores. Fue diputado, tiene contratos truchos cobrados hasta las manos y forma parte de la estructura que controla y reparte cargos como botín político. Ahora va a presentar “su renuncia”, pero seguirá orbitando en la misma red, como tantos.
Vitor Esteban, sigue siendo parte del círculo. Tiene una concesionaria multimillonaria, una casa de cambio, y un estilo de enriquecimiento que avergonzaría incluso a los menemistas más osados. Amenaza periodistas cuando lo investigan. No por ideas, sino por negocios.
Y mientras tanto, en ENERSA —como registran varias fuentes— se amplía el escándalo. Contratos, vínculos con Tortul, licitaciones direccionadas. Todo el aparato funcionando sin control, como si no hubiera organismos de contralor ni justicia que se atreva a tocar el poder.
Y Frigerio, con cara seria y palabras altisonantes, habla de “dignidad judicial”. Pero no dice una palabra del procurador García, ni de los jueces militantes, ni de los fiscales de su confianza. ¿Por qué? Porque los necesita para mantener esta estructura que lo protege hoy, sin advertir que mañana puede devorarlo.
La justicia entrerriana no se arregla con discursos: se limpia desde abajo, con verdad, con transparencia, y con la decisión de cortar privilegios en serio. No con pactos ni retiros dorados para los que más han lucrado con la impunidad.