El concejal paranaense Fernando Quinodoz, alfil político de la intendenta Rosario Romero, reaccionó al resultado electoral en Bahía Blanca con una frase que quedará marcada como ejemplo de su pusilanimidad: deseó para la ciudad “un terremoto y una lluvia de lava”.
No hay en esas palabras valentía ni convicción política. Lo que hay es cobardía revestida de sarcasmo, una bravuconada de baja estofa que revela más de la pobreza de su carácter que de la coyuntura electoral. Quinodoz no sabe discutir ideas ni sostener proyectos; se esconde en frases crueles para maquillar su insignificancia.
Mientras Bahía Blanca todavía guarda luto por el temporal que se llevó 16 vidas, él fantasea con más tragedia. Ese gesto no lo engrandece: lo empequeñece. Lo retrata como un pigmeo moral, incapaz de comprender la dimensión humana de la política.
Lo más inquietante es el silencio de su jefa política, Rosario Romero. Porque cuando la indignidad es tan clara y la respuesta es callar, el silencio deja de ser neutral y se convierte en complicidad.
La política exige coraje, grandeza y responsabilidad. Quinodoz eligió mostrar exactamente lo contrario: pusilanimidad, bajeza y cobardía.
