En un país acostumbrado al silencio y la resignación, una sola voz puede volver a trazar la frontera entre lo que se tolera y lo que no.
Esa voz fue la de Marcela Pagano, que en una entrevista con Viviana Canosa rompió el cerco de complicidades y denunció públicamente que Guillermo Michel fue uno de los principales financistas de la campaña de Javier Milei, operando desde un estudio en Callao y Vicente López, con recursos y contactos que, según ella, exceden toda lógica partidaria.
Pagano hizo lo que pocos se animan: nombró al poder real. Puso rostro al dinero oscuro que circula entre las sombras de la política y expuso el corazón del sistema de autoprotección que desde hace años gobierna Entre Ríos. Lo hizo sin cálculo, sin red, con una claridad que pocos dirigentes actuales podrían sostener.
Pero lo que Pagano reveló es apenas la punta del iceberg.
Detrás de Michel se esconde una trama de favores cruzados, de aprietes, espionaje y financiamiento paralelo, denunciada por dirigentes de todos los espacios.
El histórico dirigente peronista Eduardo Jourdan fue uno de los que se animó a decirlo con nombre y apellido: Michel escucha a opositores.
Somos testigos de que los amenaza, los persigue con el poder judicial de su lado, y utiliza su influencia sobre fiscales y jueces— como un mecanismo de control político y disciplinamiento.
En Entre Ríos, todos saben cómo se mueve esa maquinaria: se compra silencio con cargos, se negocia impunidad con contratos, se amenaza a quienes se salen del libreto.
Y en el centro de esa red, el mismo hombre que Pagano señaló como financista de Milei también aparece como el gran aportante del PJ provincial, el que —según reconoció públicamente el propio presidente del partido— “paga los sueldos” y mantiene viva la estructura que debería fiscalizarlo.
Ese nivel de promiscuidad entre dinero, poder y justicia ya no es un secreto. Lo que faltaba era una voz que lo dijera en voz alta y en cadena nacional. Pagano lo hizo.
Y al hacerlo, se transformó —sin proponérselo— en el límite moral a un sistema donde el financiamiento político se confunde con lavado, donde los operadores judiciales se disfrazan de jueces, y donde el poder económico se usa para torcer expedientes.
El juez Ríos, que tiene sobre su escritorio una de las investigaciones por el financiamiento del PJ, no se anima a avanzar. Lo sabe la política, lo sabe la Justicia, lo sabe la prensa. Lo que hasta ayer era un secreto a voces, hoy es una interpelación directa: ¿quién protege a Michel, y a cambio de qué?
Entre Ríos no necesita más discursos. Necesita valentía.
Pagano la tuvo.
Michel, en cambio, representa el rostro visible de la impunidad: el que financia a todos, el que se asegura el favor de los jueces, el que amenaza y calla.
En un contexto donde la justicia se arrodilla y la política se vende, Marcela Pagano se convirtió, sin buscarlo, en el límite moral que muchos habían borrado.
Y eso, en esta provincia donde todo parece permitido, es una forma de empezar a recuperar la vergüenza.