La caída de José Luis Espert como candidato en Buenos Aires —tras revelarse en expedientes de Texas una transferencia de US$200.000 vinculada a la órbita de Fred “Machado” y su posterior renuncia anunciada el 5 de octubre— abrió una grieta en el discurso libertario de “honestidad sin privilegios”. Espert admitió la transferencia, dijo que fue consultoría para una minera y no dinero de campaña; igual salió de la boleta. El episodio dejó servido el tema “transparencia” para la oposición y también para el peronismo entrerriano.
En ese contexto, Adán Bahl aprovechó la visita de Milei a Paraná para golpear por dos flancos: veda y transparencia. En Radio Plaza sostuvo que “el gobierno de Milei no representa la transparencia ni la solución económica”, cuestionó anuncios oficiales “en plena campaña” y adelantó presentaciones ante la Justicia Electoral por la utilización del aparato estatal. Es un encuadre oportuno: con Espert en el ojo de la tormenta, el peronismo local intenta fijar agenda ética y provincializar el costo político.
Pero el “Operativo CAL” —blanqueo rápido, pintura de cal, la menos indeleble— choca con el prontuario político que los medios viene señalando sobre el propio Bahl: nombramientos familiares en la Legislatura, el relevo de Hugo Maín para dejar a su esposa Claudia Silva en la banca, la ruptura con Rosario Romero por deudas y pases a planta, y su mención en la trama de contratos truchos con proyección a un “juicio dos” por responsabilidades políticas y un desvío estimado en más de US$50 millones. Mucha cal, poca látex, sin contar el juicio latente de empleadcos municipales que ROSARIO ROMERO tiene dormido en el STJER.-
Lectura final: con Espert fuera de carrera y Bahl en modo “ética”, la campaña entrerriana se ordena alrededor de una palabra: transparencia. Si el oficialismo nacional deberá explicar transferencias y vínculos, el peronismo local no puede saltearse su propio inventario. En ambos casos, la cal no alcanza: hacen falta hechos verificables y rendición de cuentas sostenida en el tiempo.
