La Caldera

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A Ballejos no le importa el color, con tal de repetir como diputada

Negociar sin identidad

Nancy Ballejos, actual diputada nacional del PRO, dejó en claro que lo único que verdaderamente le interesa es garantizar su continuidad. Así lo expresó sin rodeos al minimizar la discusión por el color y el nombre de la boleta que compartirá con La Libertad Avanza. Según sus propias palabras, se trata apenas de “una columnita de un centímetro por cinco” y un “asunto menor”. Lo dijo sin sonrojarse. Pero no lo es.

El color, el nombre y el símbolo de una boleta no son detalles estéticos ni anecdóticos. Son definiciones políticas. Son la síntesis de un programa de gobierno, una forma de plantarse ante la sociedad. Son también el reflejo de los acuerdos, las renuncias y las convicciones —o su ausencia. En política, los símbolos importan. Decir que no importan es, en rigor, admitir que se está dispuesto a cederlo todo con tal de conservar algo: una banca, un espacio, una firma.

Una estrategia sin contenido

Al desestimar esta discusión, Ballejos no solo acepta la imposición libertaria de colores y nombres. También da señales claras de que su permanencia en el Congreso está por encima del debate político. Minimiza lo que define la identidad de su fuerza para mantenerse como diputada. Se camufla. Y lo hace con pragmatismo brutal: si para continuar hay que renunciar al color, al nombre y al lugar, se hace.

Pero esa actitud no es inocua. Diluir la identidad del PRO en una alianza sin contenido común, subordinada a los caprichos de Milei y sus operadores, no solo licua al partido: traiciona al electorado. Porque los votantes no eligen solo personas; eligen proyectos, trayectorias, visiones. Eligen convicciones. Y cuando esas convicciones se negocian al margen, todo se reduce a una estrategia de supervivencia.

Repetir no es representar

La diputada insiste en que lo importante es “impedir el regreso del kirchnerismo”. Pero ese argumento, usado como comodín para justificar cualquier entrega, se vuelve hueco. Si lo único importante es ganarle al otro, sin importar cómo ni con quién, entonces ya no hay política: hay oportunismo.

Cuando Ballejos dice que el color no importa, lo que dice es que podría ir en la boleta del PRO, de Milei, de un frente vecinal o de una lista sin nombre. Porque lo único que no está dispuesta a perder es su lugar en la Cámara. Y si para eso hay que entregarlo todo, se entrega.

Lo que para ella es un “asunto menor” es, en realidad, el debate mayor que su partido y su electorado deberían estar dando: ¿van a seguir siendo furgón de cola de Javier Milei o van a recuperar una voz propia? ¿Van a resignarse a negociar los principios en nombre de la gobernabilidad, o van a defender con claridad qué representan?

Porque no se trata solo de repetir. Se trata de representar. Y eso —justamente eso— es lo que parece haber quedado fuera de la “columnita” de Ballejos.