La Caldera

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Hoy cumpliría años el hombre que le dijo “no” a Rosario Romero

Sergio Alberto Montiel, con tosudez y todo, pero sin la mancha del afán ni la sospecha de corrupción

Montiel no fue un gobernador perfecto —le sobró rigidez, le faltó cintura y cometió errores de gestión que se pagaron caro—, pero aun así cargó con algo que hoy escasea: la percepción social de integridad. La gente podía discutirle decisiones, pero no lo veía como parte del negocio, ni del “toma y daca” que aceitó carreras políticas enteras en Entre Ríos.

En 1999, cuando media provincia hacía equilibrio entre sellos y conveniencias, le dijo “no” a Rosario Romero y al paquete que traía con el Frente Grande. Eligió pagar el costo político antes que hipotecar su coherencia. Ese gesto, más que cualquier slogan, explica por qué Montiel —con sus aciertos y sus tropiezos— quedó afuera del catálogo de los sospechados de siempre.

No se trata de romantizar su gestión: hubo decisiones erradas y consecuencias reales. Pero en el inventario de una época cruzada por cajas, favores y contratistas amigos, Montiel aparece como el que no se llevó la valija. Y eso, en esta provincia, ya es decir muchísimo.