La “mega organización” y el despliegue de cada salida se nota más en el armado de las filas de sillas que en la convocatoria. Sobró mobiliario, faltó gente. En el escenario, como extras de reparto: Beto, Sabella, Weiss y Minguillón (que sigue jurando que no es cordobes), el entrerriano con acento cordobés.
Sin Guillermo Michel para sostenerle el telón, Adán Bahl aterrizó en María Grande con un acto más triste que un cumpleaños sin invitados. Aplausos tímidos, discurso en piloto automático y una tribuna que parecía más un simulacro que un acto político real.
El operativo de marketing, con sillas prolijamente alineadas de a cinco por persona, terminó siendo un boomerang: la imagen de las butacas vacías pesó más que cualquier consigna. El peronismo local —enojado, golpeado y escondido— ya no disimula: lo dejan solo, lo escuchan de compromiso y le sonríen de costado.
Mucho despliegue, poco pueblo. El balance: Michel ausente, Bahl desinflado y un peronismo que ya ni hace esfuerzo por fingir entusiasmo.
