La Caldera

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El espejismo militante de Romero y Bahl

Lo que intentaron mostrar como “la fuerza de la militancia” en Paraná terminó siendo apenas un decorado de cartón. Un salón partido en dos: más de la mitad reservada para los que iban a hablar y sus obsecuentes, y la otra mitad con la misma militancia de siempre, agotada, repetida, sin aire nuevo.

La foto dice más que los discursos. El peronismo oficialista se cae a pedazos y lo único que sostiene a Romero y a Bahl es la puesta en escena, la escenografía que simula lo que ya no existe. Obsecuencia de concejales, un puñado de dirigentes sin calle, y la maquinaria estatal puesta al servicio de un acto que apenas llena el eco de un galpón vacío.

Guillermo Michel volvió a confirmar su estilo: incómodo con la gente, con la cabeza en los números y en la SIRA y en como blanque los millones que paga en YOUTUBE o que le da en mano a JOSE CACERES y debera rendir en algun momento, en fin, incapaz de sostener una charla de vecino a vecino. No conecta, no empatiza, no sabe caminar entre la gente. Su rol quedó en evidencia como lo que es: un operador de escritorio, más pendiente de la ingeniería financiera y de favores de poder que de los problemas reales de la ciudad.

La gestión de Romero es el espejo roto de esta foto: aislada, sostenida en discursos huecos, sin respuestas a los barrios y lejos de la gente. Su intendencia es apenas un espejismo que se mantiene a fuerza de pactos de obsecuencia y fotos forzadas, pero que en los hechos muestra una ciudad desordenada, desigual y sin conducción política real.

En vez de la fuerza de la militancia, lo que se vio fue la debilidad de un proyecto que ya no camina. Y lo saben ellos mismos: por más escenario que monten, no hay relato que tape la decadencia.