La Caldera

POLITICA – ECONOMIA – DEPORTES

🖊️ La lapicera prestada: Frigerio y el dilema del poder prestado

Desde 1983, en Entre Ríos gobernar era también armar la lista nacional. Los nombres bajaban de Casa de Gobierno, no de la Rosada. Pero en 2025, la regla histórica se rompió: Rogelio Frigerio llega a su primera elección nacional sin el control de la lapicera, condicionado por Javier Milei y con una UCR que se pelea por el tercer puesto. Un escenario inédito que no vivió ningún gobernador entrerriano. Y que puede costarle carísimo.

La política entrerriana siempre tuvo reglas claras: el que gana la gobernación, arma las listas. Punto. Desde que volvió la democracia, la lapicera de la lista de diputados y senadores nacionales nunca salió del escritorio del gobernador. Sergio Montiel en 1983 lo hizo con Juan Héctor Stronatti y otros radicales de paladar clásico; Mario Moine en 1991 bajó línea para poner a Augusto Alasino y Eugenio Jacinto Abreu en el Congreso; y así siguió la tradición durante cuatro décadas. Nadie discutía que el que gobernaba Entre Ríos también armaba el bloque nacional.

Jorge Busti lo entendió como nadie. En 2007, mientras se aseguraba un lugar de peso en el Senado para su vice Pedro Guastavino por acuerdo nacional, no dudó en imponer a su esposa, Cristina Cremer, al frente de la boleta de Diputados. La política también es cuestión de familia.

Sergio Urribarri, con su impronta más verticalista, tomó la lapicera en 2009 y armó su propia lista lo puso a un ignoto Osvaldo Elorriaga, sin pestañear. El resultado: derrota. Pero no se rindió. En 2013 volvió con más fuerza, purgó a los tibios, cerró con Nación, y armó una lista propia de arriba a abajo: Jorge Barreto, Carolina Gaillard, Lautaro Gervasoni… todos cuadros propios del urribarrismo más ortodoxo. Esa vez sí ganó. Como diría él mismo: la política es 80% poder y 20% relato.

Gustavo Bordet, ya en la era de la moderación, no perdió el control. En 2017 negoció fino con el kirchnerismo, pero la lista fue suya: Juan José Bahillo fue el nombre del “bordetismo”, si es que eso existe. En 2021 incluso puso para terminar de sacarlo de la carrera a la gobernacion a Enrique Cresto como cabeza de lista, en un pase de facturas interno al PJ entrerriano, y sacarlo definitivamente de la carrera a la Gobernacion.

Y ahora… Rogelio Frigerio. Electo en 2023 como el primer gobernador no peronista en 20 años, con respaldo nacional, buena imagen y discurso moderno. Todo indicaba que tendría la lapicera. Pero no. A un año y medio de gestión, no tiene lapicera, ni mesa, ni siquiera la birome. La lista de 2025 —la primera nacional bajo su gobierno— está siendo definida entre llamados a Buenos Aires, internas radicales y los caprichos de Javier Milei.

¿Por qué? Porque Milei le pisa los talones. En 2023 le sacó votos por derecha y lo obligó a ganar ajustado. Hoy, si Juntos por Entre Ríos y La Libertad Avanza compiten separados, Frigerio puede salir tercero. Así de crudo. Por eso, negocia con los libertarios. Pero ellos no quieren acordar: quieren imponer. Piden encabezar la lista de senadores. Y Frigerio, que en otra época hubiera puesto a un hombre del PRO, ahora mastica violeta y sonríe.

Mientras tanto, la UCR entrerriana —ese socio incómodo— hace su propia interna para ver si pelea el tercer lugar en la lista, o si se inmola defendiendo la pureza ideológica. Algunos radicales piden que se vayan solos con la Lista 3. Otros dicen que se quedan, pero con lugares. ¿Qué lugar? El que les deje Milei, claro.

El Partido Socialista ya amagó con irse. GEN está pintado. El PRO no habla. Y en los cafés de Paraná, los frigeristas empiezan a preguntarse: ¿cómo pasamos de arrebatarle la provincia al peronismo a rogarle a Karina Milei que nos deje meter un diputado suplente?

La comparación con otras provincias duele. Maximiliano Pullaro en Santa Fe no solo arma las listas: ganó en su interna, le sacó el bastón a Javkin, y encima dejó a Milei tercero en las elecciones de convencionales. En Córdoba, Martín Llaryora no necesita permiso: él decide, y punto. En Entre Ríos, en cambio, Frigerio está más cerca de ser armador de consensos que jefe político. Ni Busti en su peor día, ni Urribarri en 2009, ni Bordet con el Frente de Todos, tuvieron que pedir permiso para escribir un nombre en una lista.

Todo esto ocurre mientras las encuestas lo siguen mostrando con buena imagen. Frigerio ronda el 50% de aprobación. Pero ni eso le alcanza. Su imagen no se traduce en poder real si no puede imponer su lista.

Si no hay acuerdo con Milei, puede salir tercero. Si hay acuerdo, los libertarios se quedan con la cabecera. Y los radicales, ofendidos, pueden pegar el portazo. En cualquier escenario, Frigerio pierde conducción. Y lo peor: pone en jaque su posible reelección. Porque sin candidatos propios en el Congreso, sin estructura que le responda, y con aliados divididos, gobernar se vuelve un simulacro de poder.

Hace 40 años, Montiel armó la lista y mandó. En los 90, Moine apretaba más la botonera del PJ que la caja del Estado. Busti manejaba los dos teléfonos. Urribarri mandaba más que Cristina. Y Bordet tejía en silencio. Todos tuvieron sus listas. Todos jugaron con su gente. Todos pusieron y sacaron.

Frigerio, en cambio, tendrá que pedir permiso. A Milei. A los radicales. A Buenos Aires. A todos, menos a la historia política de Entre Ríos, que hasta ahora nunca había visto a un gobernador sin lapicera.