Frente a la tradicional sede radical de Entre Ríos —la Casa del Partido— ya no se escuchan discursos de Balbín ni marchas de Illia. Hoy, las paredes resuenan con una sola consigna: cómo colarse, aunque sea de suplente, en la lista de Milei.
Sí, la UCR entrerriana, ese partido centenario que alguna vez luchó por la democracia y la ética pública, ahora hace internas para ver quién entra tercero en una boleta ajena. No para encabezar. No para disputar. Para arrimarse.
Pero ni siquiera eso salió bien. La interna fue suspendida, porque los tiempos legales no cierran y las decisiones ya están tomadas. ¿Y por qué? Porque el sector de Benedetti y Schneider —que comanda la “Corriente para Construir” (o para desconstruirse, según se mire)— ya arregló con Frigerio, quien a su vez negocia con Milei. O sea, la UCR es furgón del furgón del tren mileísta.
¿Y qué ofrece ese acuerdo? Lugares de “baja expectativa”. Traducción: suplencias, nombres de relleno, cargos sin poder. Pero con una condición: no hacer ruido. No molestar. No opinar.
Mientras tanto, la oposición interna encabezada por Rubén Pagliotto mira con asombro y repite lo obvio: que no hay nada que una al radicalismo con Milei. Que hacer internas para decidir si van o no con un espacio que los desprecia, es como rifar la dignidad en cuotas.
Y sin embargo, allí van. Con las boletas ya impresas, las urnas vacías y el congreso del 2 de agosto dispuesto a levantar la mano sin sonrojarse. Total, como dijo un dirigente de esos que ya entregaron todo:
“No, no, no. Eso es lo único.”