En una provincia saqueada durante décadas por un esquema mafioso de corrupción institucionalizada, donde el vaciamiento del IOSPER dejó sin salud a miles de entrerrianos, donde la Dirección de Vialidad fue convertida en un feudo de sobreprecios bajo el mando de Alicia Feltes —hoy premiada con un abreviado que le permite irse a casa casi sin devolver lo robado—, y donde los contratos truchos de la Legislatura financiaron campañas, sobornos y silencios, el gobernador celebra haber tapado una gotera.
Sí, así de triste es el umbral de lo posible en Entre Ríos. Rogelio Frigerio recorre una escuela en Victoria y lo convierte en acto de gestión. Sube una foto a redes, mira con las manos atrás como si acabara de inaugurar Harvard, cuando en realidad sólo logró lo que durante años los fondos públicos jamás dejaron de poder financiar: reparar una gotera. El problema no es la obra —que sin duda mejora la vida de estudiantes y docentes—, el problema es la desproporción obscena entre el tamaño del desfalco estructural y la dimensión del “logro”.
Porque Frigerio no vino a cambiar el sistema, vino a administrar sus escombros. En vez de enfrentar el entramado de complicidades que se llevó puestos al IOSPER, al IAFAS, a Vialidad, a las cajas de jubilaciones, a las obras públicas, a los seguros truchos, a los comodatos fantasmas, a los casinos que sólo ganan ellos… se adaptó. Calla. Convalida. Incluso avanza con acuerdos con los que gobernaron antes, como Pedro Báez, Lauritto, Richard, Stratta, Bordet, o ahora ese nuevo “tapado” que impulsa el sistema: Beto Bahl, ejemplo viviente del cinismo estructural.
¿De qué transformación habla un gobernador que no se atreve ni a nombrar la palabra “corrupción”? ¿Qué dignidad institucional puede ofrecer quien, en vez de limpiar el barro, lo cubre con marketing institucional?
Frigerio está condenado a tapar goteras, porque su poder es prestado por quienes durante años robaron a la provincia. Porque para que siga gobernando le piden lo único que sí puede garantizar: impunidad. Y mientras la Justicia sigue siendo garante de ese pacto de silencio el verdadero progreso queda postergado.
Las goteras se tapan, sí. Pero el techo de dignidad sigue agujereado. Y no hay balde ni acto en Instagram que lo disimule.